No importaba lo que hubiera soñado, se levantaba sonriendo.
No saltaba de la cama, pero bailaba y cantaba como una loca en la ducha que
seguía al desayuno. De su armario cogía energía, buen humor y esa inocencia e
ilusión que la caracterizaban. Salía rompedora y decidida. Con paso firme, y
dejando huella. Ella era todo lo que nadie se esperaba, todo lo que ella misma
deseaba ser. No necesitaba más que amor propio para ser feliz, porque sabía que
ninguna otra persona sería capaz de aportarle lo que ella misma se daba.
SML