Esperaba impaciente, inquieta, nerviosa. Sus ganas aumentaban
por segundo. Y entonces, el timbre. Corazón latiendo a 130 pulsaciones por minuto
y subiendo. Fuerte presión sanguínea. Únicamente vestía una bata, corta; y un
refinado y sexy tanga negro de encaje. Se colocó el pelo, alocado y sensual, y
abrió la puerta con una sonrisa pícara. Ahí, de pie, esperando estaba él.
Después de un hola, ambos se fundieron en un cálido y ardiente beso. El beso.
Ese que ponía al descubierto las ganas que se tenían, el apetito voraz del que
eran esclavos.
Dos velas alumbraban la habitación en la que ambos
respiraban profundamente. La ropa sobraba. No hacía frío allí. Ella desabotonó
su camisa, delicadamente, y acarició sus brazos. Se miraban, ya despojados de
cualquier prenda, tocándose sutilmente. No había lugar para las palabras. Querían
jugar, jugar a ser traviesos. Disfrutar. Eran dos cuerpos en una sola cama.
Comenzaron lentamente, terminaron sin aliento.
SML
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