Un primer encuentro extraño. De esos en los que tienes la
sensación de que has hecho lo que debías. De esos que te transmiten calidez y
cercanía. Como si lo conocieras de siempre, pero había sido un desconocido una
hora antes.
Qué me pongo. ¿Querrá ese beso mío que apostamos? No sabía
qué impresión le causaría en persona. Pero estaba deseando saberlo. Nervios en
el estómago. Sonrisa intranquila. Manos temblorosas. Y ganas, sobre todo ganas.
Llegaba tarde, cinco minutos. Salió apresuradamente del
coche. Cruzó la puerta de aquel parque, y contó tres bancos a la izquierda.
Allí estaba, sentado, esperando mientras comía pipas. Y entonces miró. Se
miraron. Le vio, se vieron por primera vez. No era lo que ella esperaba, era
mejor. De repente le comió la lengua el gato; pero él tenía conversación.
Ambos querían quedarse, para conocerse mejor, pero se fueron
pronto. Quizás fuera un error, o simplemente un extraño acierto que ocurriera
de aquella manera.
Antes de bajar del coche él le reclamó su beso. Ella no dudó
ni un segundo en entregárselo.
Solo podía pensar una cosa en el camino de vuelta a casa;
¿querrá volver a verme? Y al llegar, obtuvo su respuesta sin haber si quiera
formulado la pregunta.
Fue casualidad encontrarse por aquellos lugares. Fue una
casualidad hablarse. También lo fue conocerse. Pero qué bonita casualidad.
SML
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