viernes, 8 de enero de 2016

Una preciosa casualidad

Un primer encuentro extraño. De esos en los que tienes la sensación de que has hecho lo que debías. De esos que te transmiten calidez y cercanía. Como si lo conocieras de siempre, pero había sido un desconocido una hora antes.

Qué me pongo. ¿Querrá ese beso mío que apostamos? No sabía qué impresión le causaría en persona. Pero estaba deseando saberlo. Nervios en el estómago. Sonrisa intranquila. Manos temblorosas. Y ganas, sobre todo ganas.

Llegaba tarde, cinco minutos. Salió apresuradamente del coche. Cruzó la puerta de aquel parque, y contó tres bancos a la izquierda. Allí estaba, sentado, esperando mientras comía pipas. Y entonces miró. Se miraron. Le vio, se vieron por primera vez. No era lo que ella esperaba, era mejor. De repente le comió la lengua el gato; pero él tenía conversación.

Ambos querían quedarse, para conocerse mejor, pero se fueron pronto. Quizás fuera un error, o simplemente un extraño acierto que ocurriera de aquella manera.

Antes de bajar del coche él le reclamó su beso. Ella no dudó ni un segundo en entregárselo.
Solo podía pensar una cosa en el camino de vuelta a casa; ¿querrá volver a verme? Y al llegar, obtuvo su respuesta sin haber si quiera formulado la pregunta.


Fue casualidad encontrarse por aquellos lugares. Fue una casualidad hablarse. También lo fue conocerse. Pero qué bonita casualidad. 

SML

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