Con su mirada. Fija, profunda y con aquel brillo que delata amor verdadero.
Con sus caricias. Delicadas, suaves y oportunas, en cualquier parte y a cualquier hora. Tan suyas como mías.
Con sus besos. Lentos, dulces y sinceros. Desataban pasión y ternura. Demostraban todo aquello que nosotros no éramos capaces de expresar con palabras.
Con sus abrazos. Acogedores. Sí, simplemente acogedores. A veces recogían mis pedazos tornándolos en algo nuevo, otras, recargaban mis fuerzas y me hacian viajar a un auténtico hogar.
Y por último, la más íntima y verdadera demostración de amor. Una unión perfecta, erótica y sensual. En esa donde todas las formas de amar se fusionan para en una sola cobrar todo su sentido de ser, y ser aún más.
SML
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