Hoy, que mi llanto te llama porque mi voz pronunciar tu
nombre no puede. Hoy que mi corazón te pertenece y mi mente viaja al pasado.
Hoy, porque no esperaré a mañana, estas palabras son para ti, mi querido ángel
de la guarda.
Cuando te conocí supe que eras tú, mi otro yo. Podría
decirse que eres como cosa de un espejismo en pleno desierto, como el reflejo de
tu propia imagen en un agua cristalina, como dos gotas o dos mitades. Desde que te
conocí supe que sería para siempre. Deben saber que el tiempo nos puso
obstáculos y distancia de por medio a lo largo de los años, pero siempre quiso
volver a juntarnos. El tiempo quiso separarnos una vez, para dejar que
regresáramos, en el momento indicado, con más fuerzas que nunca. Como si de
polos opuestos que se atraen, cual polos de un imán. Y es ahí, en ese instante
cuando comprendí que me acompañarías allá donde quiera que fuera a ir. Y fue
desde entonces que no dejamos de compartir sonrisas, de regalar momentos, de
intercambiar consejos, de prestarnos ayuda y de hacernos compañía.
¿Por qué mi ángel de la guarda? Es sencillo de explicar.
Cuando más perdida me encuentro, cuando menos razones tengo para reír, cuando
necesito una mano amiga o un hombro de consuelo; ahí apareces, de la nada.
Siempre regalándome lo mejor que tienes para darme. Siempre creando alegría.
Siempre siendo tú, conmigo.
Nunca fuimos de hablar a diario, de discusiones, ni de malas
caras. Más bien somos dos, tan diferentes pero tan parecidas. Somos dos, con
ideas tan dispares y pensamientos tan diversos. Somos la una y la otra, donde
si no hay una no hay otra; ni otra sin una. Somos dos caras de la misma moneda,
dos piezas de la misma naranja; tan idénticas y tan distintas.
Nunca hemos sido de esconder opiniones, o reservarnos
secretos. Más bien somos de locuras, streapteases torpes y divertidos, noches
de confesiones y películas de miedo, de chocolate y bailes desenfrenados, de
decirnos todo con la mirada, de no parar de reír. Somos de no dejar para un
mañana lo que podamos compartir hoy, de incesantes conversaciones sin sentido.
Somos lo que somos, y lo que hemos querido ser, la una con la otra. Somos lo
que somos, y lo seguiremos siendo estemos donde estemos.
Tú tan allí, yo tan aquí. Tú tan yo, yo tan tú. Tú tan lejos
de mí, yo tan remotamente cerca de ti.
Amiga, quiero que sepas que a todos muestro mi admiración
hacia ti. Quiero que seas consciente de que parte de mi es tuya, y todos los
que me conozcan serán testigos de ello. Quiero que comprendas que añorarte es
mi mayor tesoro escondido. Amiga, quiero
que sigas construyendo recuerdos conmigo o sin mí, porque el destino lo quiso y
sé que volveremos a compartir en un mismo lugar, un mismo momento; tú junto a
mí, yo junto a ti.
SML