Alguien dijo una vez que en la vida hay tres amores: el
primer amor, el amor imposible y el amor de tu vida.
El primer amor es inocente, sincero e idealista. El primer
amor parece eterno, es ansiado y a menudo añorado. Lo esperas impaciente, y se
va deprisa. Se toma en pequeñas dosis de gran efecto e intenso contenido. El
primer amor marca un antes y un después; un hoy, un ayer y un mañana. Es y será, por siempre, el bonito de recuerdo de fascinantes y nuevas sensaciones, las que
te hizo vivir; pero una historia con final inesperado.
Sin embargo, el amor imposible, ¡oh, el amor imposible! Lo
acaricio delicadamente para no dañarme con sus espinas; como si de una hermosa
rosa se tratase. Tan bella y atractiva, y tan nociva y perniciosa. Aún no sé si
es amor porque la imposibilidad que lo acompaña lo debilita y desvanece. Esa imposibilidad, esa certeza de conocer que algo es realmente imposible hace que
exista a la vez que muere.
El amor imposible, más aventura que amor, más irracional que
imposible. Es pasional, desenfrenado, imprudente, alocado. Es silencioso y
delicado. Es espontáneo, enérgico e impredecible. Son largas conversaciones,
intenciones ocultas, silencios reveladores; cenas, comidas, cines y tardes al
sol. Es un arrebato en la cocina, besos por doquier, un desvelo en la noche que
acaba entre sollozos y gemidos. Es esa persona que te alcanza y no llega a atraparte. Esa persona que es amigo, compañero, confidente y amante. Es pieza fundamental de tu puzzle
inacabado; eslabón indispensable.
El amor imposible, que ni es amor ni imposible, supone
riesgo y diversión. ¿Estás dispuesto a acogerlo? Decisiones poco deliberadas,
un fin claro, asegurado; pero, ¿es que puede haber final de lo que no hubo
principio?
Y en cuanto al amor de mi vida… de ese, ya hablaremos más
adelante cuando se cruce en mi camino.
SML
No hay comentarios:
Publicar un comentario